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Se cumplen 500 años de la caída de Cuauhtémoc

El 28 de febrero de 1525, en el territorio de la actual Tabasco, el emperador Cuauhtémoc y los tlatoanis Tetlepanquetzal de Tlacopan y Coanacoch de Texcoco fueron ejecutados por orden de Hernán Cortés. Este acto, que marcó el fin definitivo de la resistencia mexica, es un episodio de traición y ambición que merece ser analizado con detenimiento.



Cuauhtémoc, el último tlatoani de los mexicas, fue capturado en 1521 tras la caída de Tenochtitlán. A pesar de su intento por reorganizar la resistencia indígena, fue hecho prisionero y sometido a crueles torturas en busca de tesoros ocultos. Sin embargo, su valentía y lealtad a su pueblo lo convirtieron en un símbolo de dignidad y resistencia.


Antes de su captura, Cuauhtémoc intentó negociar con Cortés la libertad de su pueblo y la posibilidad de mantener cierta autonomía, pero sus súplicas fueron ignoradas. Se dice que, en sus últimos momentos, instó a sus seguidores a no rendirse y a mantener vivas las tradiciones y costumbres mexicas.


Años después, en una expedición fallida de Cortés hacia Hibueras (actual Honduras), las tensiones y sospechas aumentaron entre los conquistadores. Cortés, temeroso de una posible conspiración, decidió ejecutar a Cuauhtémoc y sus aliados, justificando el acto como una medida preventiva. Sin embargo, muchos historiadores coinciden en que esta acción respondió más a la paranoia y la necesidad de consolidar su dominio que a una amenaza real.


El asesinato de Cuauhtémoc no solo simboliza la brutalidad de la conquista, sino también la imposibilidad de reconciliación entre dos civilizaciones en conflicto. Su muerte, lejos de ser el fin de la identidad mexica, lo convirtió en un héroe legendario cuya memoria persiste hasta nuestros días.

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