El Chernóbil mexicano: la tragedia radiactiva que Ciudad Juárez no olvida
- Celeste Villalobos
- hace 2 días
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A finales de 1983, Ciudad Juárez, Chihuahua, fue escenario de uno de los peores accidentes nucleares en la historia de América Latina. Aunque pocas personas lo saben, este desastre tuvo su origen en el desmantelamiento de un equipo médico abandonado, que contenía cobalto‑60, una sustancia altamente radiactiva.
Todo comenzó cuando el Centro Médico de Especialidades de Ciudad Juárez, sin contar con los permisos adecuados, adquirió en 1977 una unidad de teleterapia llamada Picker C‑3000, con una cápsula de cobalto‑60 de más de 1,000 curies. Este equipo, destinado a tratar pacientes con cáncer, nunca fue instalado correctamente ni operado por personal calificado. Durante casi seis años permaneció arrumbado en una bodega del hospital, sin ninguna señalización que advirtiera su peligrosidad.
El 6 de diciembre de 1983, Vicente Sotelo Alardín, un técnico de mantenimiento del hospital, con la intención de obtener algo de dinero extra, desmontó el cabezal del aparato. Con ayuda de su amigo Ricardo Hernández, cargó la pieza radiactiva en una camioneta Datsun blanca y la trasladó hasta un deshuesadero llamado Yonke Fénix. Durante el trayecto, la cápsula fue perforada accidentalmente, y los pequeños gránulos de cobalto‑60, que eran similares a esferas metálicas, comenzaron a caer dentro de la batea de la camioneta, contaminándola por completo.
La camioneta continuó circulando por la ciudad durante varios días, regando partículas radiactivas a su paso. Posteriormente, quedó varada por una falla mecánica cerca del domicilio de Sotelo, donde permaneció estacionada más de un mes. El auto emitía niveles de radiación de hasta mil roentgens por hora. Inmediatamente fue remolcado hasta una zona inhabitada y se contactó a Víctor Sotelo, quien informó que la camioneta y el material provenían de el Centro Médico.
En el Yonke Fénix, la cápsula fue abierta completamente y los gránulos terminaron mezclados con el resto de la chatarra, atraídos por los imanes de los separadores metálicos. Esa chatarra contaminada fue enviada a varias fundidoras, entre ellas Aceros de Chihuahua (ACHISA) y Falcón de Juárez, donde se fabricaron varillas de construcción y bases metálicas para mobiliario. Sin saberlo, estas empresas produjeron y distribuyeron entre 6,000 y 6,600 toneladas de varilla contaminada, que llegaron a por lo menos 16 estados de México y, en algunos casos, fueron exportadas a Estados Unidos.
El accidente salió a la luz el 16 de enero de 1984, cuando un camión cargado con varilla mexicana pasó frente al Laboratorio Nacional de Los Álamos, en Nuevo México, y activó sus sensores de radiación. Las autoridades estadounidenses alertaron a la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS) en México. Tras rastrear el origen del material, el 26 de enero se localizó la camioneta Datsun abandonada en un parque de Ciudad Juárez.
A partir de entonces, se inició una operación de emergencia para localizar, recoger y confinar todo el material contaminado. Se inspeccionaron más de 17,000 construcciones en diversas ciudades, se localizaron viviendas hechas con varilla radiactiva y, en los casos más extremos, se demolieron 814 inmuebles. Incluso, una casa en Tijuana que presentaba altos niveles de radiación fue encapsulada y enterrada en concreto, mientras que miles de toneladas de chatarra fueron enterradas en sitios controlados como Samalayuca (Chihuahua), Maquixco (Estado de México) y Mexicali (Baja California), donde permanecen hasta hoy.
En cuanto a las consecuencias humanas, se estimó que más de 4,000 personas estuvieron expuestas a diferentes niveles de radiación. Algunas presentaron leucopenia, fatiga crónica, náuseas, quemaduras y otros síntomas relacionados con la exposición aguda. Cinco personas recibieron dosis que superaban los 300 rems (lo que se considera potencialmente letal), aunque no se reportaron muertes directas confirmadas por las autoridades.