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Los Niños Héroes rarámuris: el otro heroísmo que no se cuenta

Se cuenta que, entre 1810 y 1821, cuando los ejércitos realistas españoles recorrían las montañas del norte para contener cualquier intento de rebelión, un destacamento llegó a una comunidad remota en la Sierra. Allí, en lugares como Batopilas, Guachochi, Carichí o Urique, los soldados pretendían intimidar, reclutar por la fuerza o castigar a quienes consideraban aliados de los insurgentes.

Pero no esperaban encontrar resistencia liderada por niños. Un grupo de pequeños rarámuris algunos apenas con 10 o 12 años se armó con arcos, hondas, machetes y trampas naturales para proteger a los ancianos, curanderos y madres de su comunidad. Desde lo alto de las barrancas, aprovecharon su conocimiento del terreno para ocultarse, emboscar y confundir al enemigo.


Aunque muchos murieron, lograron repeler a los invasores. La historia cuenta que los soldados abandonaron el sitio, convencidos de que enfrentaban a un grupo mucho mayor y más peligroso. Los cuerpos de algunos de esos niños fueron enterrados por sus propios familiares entre las piedras del monte, pero sus nombres se perdieron con el tiempo.


Aun así, su memoria vive en las fogatas, en las palabras de los abuelos y en el corazón de la Sierra. Esta leyenda, aunque no tiene documentos históricos oficiales, es valorada profundamente por las comunidades rarámuris como un ejemplo de coraje y amor por la tierra. Representa cómo la historia de México también se teje con relatos indígenas, resistencias locales y voces que el relato oficial ha dejado fuera.

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