Onorúame-Eyerúame: El dios supremo de los rarámuris
- Celeste Villalobos
- 2 sept
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En la cosmogonía rarámuri, Onorúame-Eyerúame, conocido como “Nuestro Padre”, es la deidad suprema. Se trata de un dios hermafrodita y dual, que no puede ser representado, carece de rostro y no se le atribuyen características de bien o mal. Desde el inicio de los tiempos, dio vida a sus hijos: Rayénari (El Sol), Metzaka (La Luna) y Chirisópori (Lucero de la Mañana), quienes a su vez participaron en la creación del Universo.
En la Tierra, Rayénari y Metzaka nacieron como niños que habitaban en una choza sencilla, vestidos con hojas de palmilla y dependientes únicamente de la luz de Chirisópori. Más tarde, Onorúame-Eyerúame les regaló a los rarámuris el maíz divino como alimento, la música, la danza y la creación de los ríos, montañas, árboles y animales. También les enseñó a venerar los árboles para obtener el fuego y fabricar instrumentos rituales.
Rayénari y Metzaka crecieron y crearon a los primeros hombres rarámuris, altos, delgados y resistentes, adaptados para correr largas distancias en las sierras. Los rarámuris los veneran a través de rituales, cantos y danzas sagradas, como el Yumari, ofreciendo sacrificios de animales y tesgüino para mantener contentos a los dioses. Rayénari cuida a los hombres durante el día, mientras Metzaka los protege por la noche.
En la cosmovisión rarámuri, el Cielo está habitado por los dioses llamados Repá Gatígame, mientras que el Inframundo, hogar de los Teré Gatígame, alberga seres malignos como Terégori, “El de la Casa de Abajo”, que envía malos pensamientos a los hombres. Entre el Cielo y el Inframundo se encuentra la Tierra, donde viven los humanos.
La adoración a Onorúame-Eyerúame y sus hijos refleja la conexión profunda de los rarámuris con la naturaleza, la dualidad y la vida espiritual, preservando tradiciones que combinan respeto, rituales y creatividad artística.
