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Frases icónicas de la cultura mexicana y sus curiosos orígenes

En el español de México abundan expresiones que usamos todos los días sin detenernos a pensar de dónde vienen. Muchas tienen historias fascinantes, otras surgieron de anécdotas reales, y algunas vienen de costumbres que hoy parecerían extrañas. Aquí te contamos el origen de cuatro de ellas.

¡A Chuchita la bolsearon!

Se dice que esta frase se remonta al periodo colonial. Cuenta la historia que una trabajadora doméstica, apodada cariñosamente “Chuchita”, era enviada a hacer el mandado. Con el tiempo, empezó a regresar con menos mercancía y menos cambio del habitual. Cuando su patrón le preguntaba qué había pasado, siempre respondía: “Me bolsearon”. Tras escucharlo incontables veces, el patrón terminó diciendo con ironía: “Y ahora qué pasó, no me digas que a Chuchita la bolsearon”. Hoy en día, la expresión se usa para señalar que alguien pone siempre la misma excusa o historia poco creíble.


¡Aguas!

Esta advertencia, tan común en México, proviene de la época colonial, cuando no había drenaje ni baños. La gente usaba bacinicas, y cuando éstas se llenaban, las vaciaban por la ventana a la calle, gritando antes “¡Aguas!” para que los transeúntes se apartaran. Con el tiempo, la palabra quedó como sinónimo de “cuidado” o “alerta”, sin importar si lo que viene del cielo es agua o algo peor.


¡Fierro pariente!

Esta expresión se popularizó en el norte de México en años recientes. Aunque “fierro” es un término coloquial para referirse a un arma de fuego, en esta frase no se usa en ese sentido. Aquí, “¡Fierro!” funciona como un grito de ánimo, equivalente a “¡Arre!”, mientras que “pariente” se usa para dirigirse de forma afectuosa a alguien cercano o querido. En conjunto, significa algo así como “¡Ánimo, amigo!” o “¡Vamos con todo!”.


¡Ya nos cayó el chahuistle!

La palabra chahuistle significa “enfermedad del maíz” y describe una plaga que estropea las mazorcas. No se sabe con certeza si se usaba antes o durante el periodo colonial, pero en las comunidades agrícolas era una desgracia temida. Hoy en día, cuando decimos “¡Ya nos cayó el chahuistle!”, queremos decir que algo inesperado y negativo nos sorprendió, tal como esa plaga arruinaba las cosechas.


Estas frases son parte de nuestro patrimonio lingüístico, pequeñas cápsulas de historia y costumbres que siguen vivas en el habla cotidiana. Usarlas es, sin saberlo, mantener encendida la memoria cultural de México.

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