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Chavela Vargas: El eco de una libertad

Isabel Vargas Lizano, mejor conocida como Chavela Vargas, nació el 17 de abril de 1919 en San Joaquín de Flores, Costa Rica. Sin embargo, su alma, su arte y su historia quedaron profundamente entrelazados con México, país que la acogió y que ella eligió como su verdadera patria.

Desde muy joven, Chavela mostró una personalidad rebelde e inconforme. En su infancia sufrió de poliomielitis, y desde entonces cargó no solo con dolores físicos, sino con un sentimiento de desarraigo que marcó buena parte de su vida. A los 14 años dejó su país natal y se trasladó a México, donde comenzaría a construir su leyenda.


En una época marcada por el machismo y la rigidez de las normas sociales, Chavela rompió moldes sin pedir permiso. Vestía pantalones, fumaba puro, bebía tequila como cualquier hombre en las cantinas, y cantaba con una voz rasposa y emocional que desafiaba la estética tradicional del bolero y la ranchera. Interpretaba temas típicamente masculinos, muchas veces sin alterar la letra, lo que fue visto como una forma de subversión en una sociedad conservadora.


Su forma de cantar era única: lenta, profunda, doliente. Prescindía del mariachi tradicional, y prefería el acompañamiento minimalista de una guitarra, lo que ponía énfasis en la intensidad emocional de su interpretación. Canciones como La Llorona, Macorina, Un mundo raro y Piensa en mí se convirtieron en himnos que trascendieron el tiempo.


A lo largo de su carrera, Chavela desarrolló amistades con figuras icónicas de la cultura mexicana, como Frida Kahlo, Diego Rivera y José Alfredo Jiménez. Se rumorea que tuvo un romance con Kahlo, aunque ella siempre habló con ambigüedad al respecto. Lo cierto es que compartió con ellos un espíritu transgresor y artístico que la hizo parte de una generación irrepetible.


Durante las décadas de 1970 y 1980, Chavela cayó en una profunda adicción al alcohol, lo que la alejó de los escenarios durante más de una década. Sin embargo, a principios de los años 90, regresó a la música con una fuerza sorprendente. Su voz, ya más grave y quebrada, se convirtió en el reflejo mismo de su historia. Fue redescubierta por una nueva generación, y su figura se volvió casi mítica.


En esta etapa, el cineasta Pedro Almodóvar se convirtió en uno de sus más grandes admiradores y promotores, llevándola a presentarse en España y a participar en bandas sonoras de películas como Tacones lejanos y La flor de mi secreto. También tuvo un papel memorable cantando en la película Frida (2002), donde interpreta una canción a capela en una escena cargada de simbolismo.

Su último concierto fue en el Palacio de Bellas Artes en México, en 2012, poco antes de su muerte. Murió el 5 de agosto de ese mismo año, a los 93 años, en Cuernavaca, Morelos.

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